Casi todos los días en Washington se realizan una serie de audiencias, por lo general largas, aburridas y poco concurridas, de temas que van desde la estructuración del presupuesto hasta el menú de la cafetería del Capitolio.
También por lo general, las audiencias vienen acompañadas de ponencias de “expertos” con largos títulos y monótonos discursos.
Pero de vez en cuando aparece una “celebridad” promoviendo una causa X y le pone un poco de sabor a la cosa, sobre todo para los fotógrafos del Capitolio que se cansan de retratar a viejos (y viejas) legisladores todo el día.
Esta semana el alboroto lo trajo
Salma Hayek, cuya presencia puso rojo a más de un senador y atrajo la atención de políticos, curiosos y la prensa internacional y hasta el corresponsal del periódico mexicano el Universal que relató así la cosa:
“No podemos tolerar un mundo en el que una de cada tres mujeres es o será la víctima de violencia doméstica”, afirmó Hayek ante un auditorio donde había activistas, periodistas y sobre todo curiosos….
“De haber sabido, hubiera pedido un salón mayor”, comentó el senador republicano Arlen Specter, presidente del comité al hacer notar que el número de personas deseosas de presenciar la sesión era mucho mayor que el cupo de la habitación.
Y eso cuando Hayek todavía no entraba a la sala.
Desde media hora antes del evento había posado ante fotógrafos y camarógrafos en otra sala con el senador demócrata Joseph Biden, su anfitrión.
Pero la actriz, en su solemne papel, no habló a los medios y no vio directamente a las cámaras. Ella era la estrella, pero parecía querer dejar el papel central a su tema elegido.
Cuando Salma llegó al salón del edificio Dirksen , el recinto ya estaba abarrotado con más de un centenar de espectadores mientras una fila, tal vez con otras tantas personas, esperaba el momento de ver a la actriz o para entrar aunque fuera por unos minutos para participar en el evento….
La actriz, portavoz de la Campaña contra la violencia doméstica de la Fundación Avon, fue parte de un panel de activistas.
Hayek fue una de varios ponentes. Pero nadie dudaba de lo que llevó a la multitud a la sala de audiencias.